sábado, 15 de marzo de 2014

Los niños victimas de homicidio


   El grado de vulnerabilidad de la víctima, se pone de manifiesto en las circunstancias particulares del delito y en las características y condiciones del delincuente.

   En lo que hace al compromiso del criminal al momento de cometer el hecho dice Ressler: “El riesgo para la víctima está relacionado directamente con el riesgo para el agresor, es decir, el riesgo que corrió el agresor para poder cometer el crimen”. (Ressler, Robert K., Sachtman, Tony; “Asesinos en Serie” Barcelona, Editorial Ariel, 2005).

   Un ejemplo es el caso de David Berkowitz apodado The son of Sam, quien comenzó su carrera criminal apuñalando a una niña sin matarla y terminó asesinando entre 1977 y 1978 a catorce adolescentes en el Central Park de Nueva York, con un revolver Bull Dog calibre .44.

LA MUERTE RITUAL DE NIÑOS.

   En la meseta de Chota Nagpur, en el noreste de la India, los oraons rendían culto a la gran diosa Anna Kauri, de la que esperaban bonanza en la cosecha, si le brindaban sacrificios humanos. Las víctimas elegidas eran niños perdidos o abandonados.

  También en la India, los gondos secuestraban jóvenes brahmanes, que ofrendaban en tiempos de siembra y cosecha, ultimándolos con lanzas envenenadas, desangraban para rociar los campos arados y devoraban su carne.

   En Norteamérica los indios pawnees sacrificaban un ser humano anualmente al llegar la primavera, como ofrenda, previo a la siembra. La víctima era un sometido de cualquier sexo, al que crucificaban y mataban de un hachazo en la cabeza. Las mujeres trozaban luego el cadáver y enterraban los despojos en los campos para fertilizar la tierra.

   Las crónicas relatan un sacrificio en 1837, en que la víctima fue una joven sioux de catorce años, a la que quemaron lentamente previo colgarla y luego ultimaron a flechazos. El jefe le extrajo el corazón, y se lo comió. El resto del cadáver fue cortado en trozos y cada trozo fue inhumado en un campo. Previamente el brujo de la tribu, roció su sangre en las semillas.

   Fray Diego de Landa, escribió en 1566 sobre la cultura Maya: “Algunos por devoción entregaban a sus hijitos, los cuales eran muy regalados hasta el día y fiesta de sus personas, y muy guardados para que no se huyesen o ensuciasen de algún pecado carnal; y mientras les llevaban de pueblo en pueblo con bailes, los sacerdotes ayunaban con los chilanes y oficiales.

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