Introducción
Cuando escuchamos la palabra “inconsciente” es
posible que en nuestra imaginación se dibuje el contorno de un personaje
extraño y raro; también con ese nombre pueden brotar muchas ideas; algunas de
ellas, verdaderamente extrañas que van desde simbología y hasta formas
fantasmagóricas que en nada se parecen a la vida cotidiana de las personas;
pueden ser incluso, eventos ajenos del mundo intencional que controla la
consciencia despierta de los individuos.
El “inconsciente” es un rostro por demás indefinido
para un mundo colectivo; siendo una imagen poco o nada compartida entre la
gente; aunque a nivel de concepto es sumamente popular entre los habitantes del
planeta; ya que, resulta difícil encontrar una persona que no lo haya usado
como sustantivo, como adjetivo o como argumento-pretexto para disculparse de
algún incumplimiento o de alguna actuación fuera de su control, diciendo
“perdón, inconscientemente hice o dejé de hacer…”
Al parecer, un rostro no basta para identificar al inconsciente porque si bien es cierto que se refiere a una entidad, también se puede hablar de una estructura psíquica; o bien, con ese nombre se describe un contexto; pero también se incluyen las acciones involuntarias y de manera más específica se dice de las intenciones de ellas; por lo tanto, muchas cosas indican que ese famoso rostro lo define para sí, la persona que lo evoca.
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Cómo citar este artículo:
BELLO PINEDA, Fernando (2014).
“Los rostros del inconsciente” Revista
Digital de Criminología y Seguridad. TEMA’S. Año II, Número 17. (p. 82 -121).